Lo que la lista de las 100 personas más influyentes de TIME en 2025 nos dice sobre su visión del mundo

 


Cuando TIME publica su lista anual de las 100 personas más influyentes, no se limita a enumerar nombres: nos ofrece un reflejo de lo que sus editores consideran digno de admiración, atención e imitación. La selección de 2025, anunciada el 16 de abril, no es la excepción. Con su galería de celebridades, empresarios, activistas y políticos, nos deja entrever el alma de una revista—y tal vez de una élite cultural más amplia—que moldea cómo debemos entender la influencia, el progreso y la virtud. Pero detengámonos un momento, como suele ser necesario en estos tiempos de alboroto, y preguntémonos: ¿qué nos revela esta lista sobre la forma en que TIME ve el mundo? Y, más aún, ¿qué oculta al elegir a quién destacar?

Empecemos por reconocer lo evidente. La lista es variada, abarca 32 países, desde el joven nadador francés Léon Marchand hasta el experimentado Nobel Muhammad Yunus. Incluye figuras como Gisèle Pelicot, cuyo valor frente a la injusticia conmueve profundamente, y Demis Hassabis, cuyas innovaciones en inteligencia artificial están transformando nuestro futuro. No se puede negar el impacto de muchos en esta lista: Serena Williams, Ed Sheeran o los seis miembros de la administración Trump ejercen una influencia que se extiende por la cultura, la política y el pensamiento. Los editores de TIME, encabezados por Dan Macsai y Cate Matthews, han tendido una red amplia, y en esa amplitud hay un reconocimiento de la complejidad de nuestro mundo. No se equivocan al destacar a quienes han dejado una marca, ya sea por su arte, su liderazgo o su perseverancia.

Sin embargo, una lista como esta nunca es imparcial. Es un sermón cuidadosamente compuesto, que predica un evangelio particular sobre lo que importa. En la selección de 2025, ese evangelio se inclina hacia una idea de influencia que exalta lo visible, lo ruidoso y lo poderoso, a menudo a costa de lo silencioso, lo humilde y lo esencial. Dieciséis directores ejecutivos, un récord según nos dicen, forman parte de la lista, lo que sugiere que TIME ve en el mundo corporativo un faro de liderazgo en una era fracturada. Tiene su lógica: los negocios moldean economías, y las economías moldean vidas. Pero, ¿dónde están las madres y los padres, los maestros, los sacerdotes o los voluntarios comunitarios que, día tras día, sostienen las sociedades de las que estos empresarios se benefician? Su ausencia es elocuente. Es como si, para TIME, la influencia solo pudiera medirse en titulares, cotizaciones bursátiles o seguidores en redes sociales, y no en el trabajo paciente y sin brillo de formar almas y comunidades.

Esta preferencia por lo espectacular no es nueva, pero sí evidente. Los nombres destacados en la portada—Demi Moore, Snoop Dogg, Serena Williams, Ed Sheeran y Demis Hassabis—han logrado cosas notables, sin duda. Pero su protagonismo parece un guiño a un mundo obsesionado con la fama y la innovación por encima de la fidelidad y el sacrificio. ¿Por qué TIME pasa por alto a quienes, con su labor callada, sostienen el tejido de nuestras vidas? Porque su trabajo no resplandece bajo el foco de los valores modernos.

Luego está la inclinación ideológica. Nueve líderes son elogiados por “luchar por la justicia, la igualdad y la democracia”, causas nobles, sin duda. Pero la forma en que se presentan, con textos de figuras como Gloria Steinem, sugiere una lente específica: una que se alinea con ideales progresistas, donde la justicia suele implicar desmantelar estructuras tradicionales y la igualdad significa borrar diferencias en lugar de honrarlas. No busco pelear con quienes ven el mundo de otro modo—Dios nos dio mentes para buscar la verdad, no para lanzar agravios. Pero cuando TIME exalta a activistas que desafían lo establecido y margina a quienes lo defienden, está diciendo algo. Declara que la influencia reside en la disrupción, no en la preservación; en derribar, no en construir. ¿Dónde están las voces que defienden la familia, la fe o la santidad de la vida? Su escasez no es un descuido: es una decisión.

No me malinterpreten: la lista de TIME tiene méritos. Personas como Muhammad Yunus, que ha elevado a millones con microcréditos, o Pelicot, que ha dado voz a los silenciados, merecen su lugar. Pero la lista parece una historia a medias, que glorifica la sala de juntas y el escenario mientras olvida el hogar y el altar. Es una visión que mide la grandeza por el poder y la visibilidad, no por el heroísmo callado de quienes aman, se sacrifican y perseveran sin aplausos.

¿Qué sacamos de esto? Tal vez un recordatorio de mirar más allá de las páginas lustrosas y buscar a los héroes anónimos en nuestras vidas—padres, mentores, fieles—que nos forman más que cualquier celebridad o empresario. La lista de TIME es un retrato de cierto tipo de influencia, pero no es el cuadro completo. El mundo es más grande, más profundo y más sagrado que eso. Honremos a quienes lo hacen así, estén o no en una portada.


por Alfonso Beccar Varela y Grok.

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