"Un buen morir dura toda la vida": Reflexión sobre el lema del linaje Gutiérrez de la Concha

 



El escudo de armas del linaje Gutiérrez de la Concha, con su campo de azur adornado por cinco conchas de plata dispuestas en sotuer, una bordura de gules con ocho aspas de oro y, en una evolución posterior, dos leones como soportes, es una representación heráldica que destila nobleza, tradición y fortaleza. Sin embargo, es su lema, "Un buen morir dura toda la vida", el que invita a una reflexión profunda sobre el significado de la existencia, la muerte y el legado. Este aforismo, inscrito en el blasón familiar, no solo encapsula una filosofía de vida, sino que también resuena con valores universales que trascienden el contexto histórico y genealógico de esta estirpe. Para ilustrar su significado, podemos recurrir a la figura de Juan Gutiérrez de la Concha y Mazos, un miembro destacado de este linaje cuya vida y muerte ejemplifican la esencia de este lema.

El simbolismo heráldico y su contexto

Antes de adentrarnos en el lema, es pertinente considerar el escudo como un reflejo de la identidad del linaje. El campo de azur, un azul profundo, evoca la lealtad y la verdad, virtudes esenciales en la tradición nobiliaria. Las cinco conchas de plata, dispuestas en sotuer (en forma de cruz de San Andrés), podrían aludir a la peregrinación, la fe o la conexión con el Camino de Santiago, dado que la concha es un símbolo clásico de los peregrinos. La bordura de gules (rojo) con ocho aspas de oro añade un matiz de valor y sacrificio, mientras que los leones, incorporados posteriormente como soportes, refuerzan la idea de fuerza, coraje y protección. En conjunto, el escudo proyecta una imagen de honor, resistencia y compromiso con ideales elevados, preparando el terreno para interpretar el lema que lo corona.

La paradoja del "buen morir"

El lema "Un buen morir dura toda la vida" plantea una aparente paradoja: ¿cómo puede la muerte, un evento finito, extenderse a lo largo de toda una existencia? Para desentrañar esta idea, debemos considerar que el "buen morir" no se refiere únicamente al acto físico de fallecer, sino a la manera en que uno vive y enfrenta su mortalidad. En la tradición cristiana, que probablemente influyó en este linaje de origen ibérico, un "buen morir" implica partir en paz con Dios y con los hombres, habiendo vivido conforme a principios morales y espirituales. Es un concepto que trasciende el instante final y se proyecta retrospectivamente sobre la vida entera, sugiriendo que la calidad de la muerte está intrínsecamente ligada a la calidad de la existencia previa.

Esta interpretación encuentra eco en las palabras de Cicerón, quien en sus Tusculanae Disputationes reflexiona sobre la felicidad y la virtud como preparativos para una muerte digna. Para el linaje Gutiérrez de la Concha, el lema pudo haber sido un recordatorio constante de que la vida debe vivirse con rectitud y valentía, de modo que el momento de la muerte sea un reflejo natural de esas virtudes acumuladas. Así, el "buen morir" no es un fin en sí mismo, sino una consecuencia de haber abrazado una vida honorable.

Juan Gutiérrez de la Concha y Mazos: Un ejemplo vivo del lema

La vida de Juan Gutiérrez de la Concha y Mazos, nacido en el siglo XVIII, ofrece un ejemplo concreto de cómo este lema puede encarnarse en la historia de un hombre. Ingresó como Guardia Marina el 15 de septiembre de 1775 y, tras egresar como oficial, navegó extensamente por el océano Atlántico y el Mediterráneo. Participó en las campañas de Argel bajo el mando del General Barceló y colaboró en la expedición científica de Alejandro Malaspina en las Antillas, el Río de la Plata y los mares del sur, a bordo de las corbetas Descubierta y Atrevida. Más tarde, en Buenos Aires, integró la comisión demarcadora de límites entre las posesiones españolas y Brasil, y tras regresar a España en 1802, preparó una edición del Curso de Matemáticas de Gabriel de Ciscar. De vuelta en América, comandó el apostadero de Ensenada de Barragán en 1805, fue segundo de Liniers en la reconquista de Buenos Aires en 1806 y se batió heroicamente contra los ingleses en 1807, cayendo herido en "la batería del Retiro". Ascendido a Brigadier de la Real Armada, asumió como Gobernador Intendente de Córdoba del Tucumán, pero, opuesto a la Junta revolucionaria de Buenos Aires, fue capturado y fusilado el 26 de agosto de 1810 en "Cabeza de Tigre", junto a Liniers y otros.

Antes de morir, Gutiérrez de la Concha susurró al capellán del Obispo Orellana: "Decid a mi esposa que haga educar a nuestros hijos en España. Yo rogaré a Dios por su suerte". Estas palabras finales reflejan un "buen morir" en su sentido más pleno: una aceptación serena de su destino, un acto de fe y una preocupación por el bienestar de su familia. Su vida, marcada por el servicio, el valor y la lealtad a la Corona, culminó en un sacrificio que no solo honró su linaje, sino que también dejó un legado de dignidad y entereza.

El legado como inmortalidad

Otra dimensión del lema apunta al legado que perdura más allá de la muerte. "Un buen morir dura toda la vida" puede entenderse como una afirmación de que las acciones, los valores y el ejemplo de una persona continúan resonando en el tiempo, otorgándole una forma de inmortalidad terrenal. En el caso de Juan Gutiérrez de la Concha, su muerte no fue un final aislado, sino el cierre de una vida dedicada al deber y la defensa de sus principios. Sus últimas palabras, confiando en Dios y pensando en sus hijos, sugieren que veía su "buen morir" como un medio para asegurar la continuidad de su familia y sus valores en España. Los leones del escudo, símbolos de protección y perpetuidad, refuerzan esta idea: el "buen morir" de un hombre como él se convierte en un cimiento sobre el cual las generaciones futuras construyen su identidad.

La muerte como acto de vida

El lema también puede interpretarse como una invitación a vivir con plena conciencia de la mortalidad. En una época donde la muerte era una presencia inmediata —ya sea por guerras, como las campañas contra los ingleses en las que participó Gutiérrez de la Concha, o por los rigores de la vida colonial—, aceptar y prepararse para un "buen morir" era un ejercicio de fortaleza espiritual y emocional. Para este linaje, este principio pudo haber sido un faro en tiempos de adversidad, recordándoles que el verdadero valor no reside en evitar la muerte, sino en enfrentarla con integridad. La heroicidad de Gutiérrez de la Concha en "la batería del Retiro" y su resistencia hasta el final en "Cabeza de Tigre" ejemplifican esta actitud: su muerte fue un acto de vida, un testimonio de su compromiso con sus ideales.

Conclusión

"Un buen morir dura toda la vida" es mucho más que una frase heráldica; es una declaración de principios que sintetiza la cosmovisión de un linaje y encuentra en Juan Gutiérrez de la Concha y Mazos un ejemplo vivo. En el escudo de los Gutiérrez de la Concha, rodeado de conchas, aspas y leones, este lema resuena como un llamado a la virtud, al coraje y a la trascendencia. Nos recuerda que la muerte no es un final abrupto, sino el culmen de una vida bien vivida, y que su impacto —en forma de memoria, honor y legado— puede perdurar eternamente. En un mundo donde la fugacidad a menudo eclipsa lo eterno, este aforismo nos invita a reconsiderar cómo vivimos, sabiendo que un "buen morir" no solo dura toda nuestra vida, sino que puede iluminar las vidas de quienes nos sucedan. Juan Gutiérrez de la Concha, con su vida de servicio y su muerte digna, encarna esta verdad eterna.

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