Ridiculez al por mayor
La Asamblea General de las Naciones Unidas, ese club de iluminados con ínfulas de mesías, nos ha obsequiado un calendario de "Días Internacionales" que es un monumento a la futilidad y al postureo. Es una procesión interminable de fechas absurdas, un desfile de causas tan edulcoradas que dan diabetes, diseñadas para que no haya día sin que tengamos que arrodillarnos ante alguna nueva deidad progresista. Uno imagina a los burócratas de Nueva York, entre reuniones eternas y cafés venidos de plantaciones sustentables, jugando a quién inventa el disparate más pomposo para engordar esta pantomima globalista.
Fijémonos, por ejemplo, en el 11 de febrero, "Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia". Qué conmovedor. Porque, claro, sin la bendición de la ONU, nadie se habría dado cuenta de que las mujeres pueden usar un microscopio. O el 11 de octubre, "Día Internacional de la Niña", que parece un memo para recordarnos que las niñas no son marcianas. ¿No bastaba con el Día de la Mujer? No, hay que fraccionar la humanidad en parcelitas identitarias, como si la dignidad necesitara un sello de género para ser válida.
Luego tenemos el 22 de abril, "Día Internacional de la Madre Tierra". La ONU se pone mística, adorando a la naturaleza como si fuera una diosa de Instagram, con filtro verde incluido. Es el evangelio ecológico de los que creen que abrazar árboles nos redime, mientras el verdadero orden creado —el que tiene un Autor divino— queda fuera del guion. ¿Un día para la fe que forjó civilizaciones? Ni pensarlo. Eso sería ofender la sensibilidad de los profetas del reciclaje.
Y qué decir del 20 de marzo, "Día Internacional de la Felicidad". En serio, ¿quién inventa estas cosas? ¿Felicidad decretada por resolución? Es tan ridículo que parece un mal chiste, una zanahoria de plastilina para un mundo que no sabe ni por dónde empezar a buscarla. ¿Próxima propuesta? El Día Internacional del Selfie Perfecto, para que todos subamos nuestra alegría impostada a la nube. A ser seguido, naturalmente, por el Día International de las Víctimas del Selfie, para no olvidar a los imbéciles que mueren en la búsqueda de ese Selfie Perfecto.
El 30 de abril, "Día Internacional del Jazz", es otro delirio antológico. Porque nada grita "salvemos el planeta" como un solo de saxo. Mientras el mundo se ahoga en sus propias contradicciones, la ONU nos invita a mover el pie al compás del jazz, como si el ritmo fuera la cura para el caos. Y no olvidemos el 21 de junio, "Día Internacional del Yoga", un guiño a los que creen que hacer el perro boca abajo nos hará mejores personas. ¿Problemas reales? Qué va, mejor una postura zen y a fingir que el universo está en paz.
El 27 de septiembre, "Día Mundial del Turismo", merece un aplauso por su banalidad. Suena a eslogan de agencia de viajes barata, como si el gran drama de la humanidad fuera que no usamos suficiente protector solar en Cancún. Y el 5 de noviembre, "Día Mundial de Concienciación sobre los Tsunamis", es tan específico que uno se pregunta si el próximo será el Día Internacional de las Tormentas de Granizo. ¿No podían meter todos los desastres en un solo paquete y ahorrarnos el papel?
El 17 de mayo, "Día Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información", es un canto al becerro de oro digital. La ONU celebra que estemos todos pegados a pantallas, ahogándonos en un mar de notificaciones, como si la salvación viniera por Wi-Fi. Y el 21 de noviembre, "Día Mundial de la Televisión", lleva la ridiculez a otro nivel. ¿En serio? ¿Un día para el electrodoméstico que nos idiotiza con realities y propaganda? Es el colmo de una institución que parece más interesada en vendernos entretenimiento que en enfrentar verdades incómodas.
El 10 de diciembre, "Día de los Derechos Humanos", podría sonar serio, pero en manos de esta pandilla, es una caricatura. Derechos sí, pero a la carta: los que encajan con la agenda relativista, como el aborto o la redefinición del matrimonio, mientras los principios eternos son pisoteados sin pudor. Y el 11 de diciembre, "Día Internacional de las Montañas", parece sacado de un brainstorming etílico. ¿Qué sigue? ¿El Día Mundial de los Arroyos?
Hace mil años, cuando los cristianos del Oriente Medio eran perseguidos por el Islam, un Papa no perdía el tiempo declarando el "Día Internacional de la Reflexión Bonita". Llamaba a la acción, a la lucha, a plantar cara. Hoy, la ONU nos receta este catálogo de tonterías, un rosario de cursilerías para un mundo que se desmorona. Que sigan tocando jazz y contemplando montañas; los que aún tenemos ojos para ver buscaremos el norte en otra parte. Este almanaque no es un faro: es un chiste caro.

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